Entre células y genes. La herida que nunca se cura

En los últimos años ha aumentado el interés por la relación entre los procesos inflamatorios crónicos y el desarrollo del cáncer. Se han descrito varios ejemplos como es el caso del cáncer de estómago y la patología de H.Pylori o el cáncer de hígado y hepatitis C. Son muchos los trabajos publicados recientemente en este campo. Pero para quien se quiera informar con más detalle, sugiero que busque artículos recientes de Michael Karin, por ejemplo un artículo de revisión publicado en Cell en marzo de 2010, o de Lisa Coussens.

Resumiendo mucho, se puede decir que la respuesta natural del cuerpo ante agentes patológicos o agentes extraños es iniciar una respuesta inmunológica. Esa respuesta, que intenta controlar el proceso infeccioso, implica la activación de células del sistema inmune a través de la secreción de citoquinas, factores de crecimiento, prostaglandinas, etc. Este proceso natural está regulado y en condiciones normales no conlleva ningún otro riesgo asociado. Pero si la inflamación es crónica, la respuesta inmunológica también se convierte en crónica. Eso impide que se restauren los equilibrios en los procesos de producción y secreción de citoquinas y factores de crecimiento. En este contexto, la confluencia entre una respuesta inflamatoria alterada y la presencia crónica de elementos potencialmente carcinogénicos, inductores de inflamación, puede dar lugar a inestabilidad genómica y mutaciones que permitan el crecimiento tumoral. Así la respuesta inicial que tenía como objetivo proteger y regenerar el tejido después de la infección se acaba pervirtiendo, ante una exposición sostenida a los patógenos y otros elementos ambientales, y termina por permitir el progreso del tumor.

Por ello, a menudo se ha definido también al cáncer como la “herida que nunca se cura” (the wound that never heals). Es otro ejemplo más del uso, por parte del tumor, de los mecanismos naturales de protección, en su propio beneficio.

En el contexto de procesos inflamatorios y de respuestas para regenerar tejidos dañados destaca el conocido como EMT, epithelial-mesenchymal transition, es decir, transición epitelio-mesénquima. La EMT interviene durante el desarrollo embrionario y durante la regeneración de tejido dañado. A través de un proceso de EMT, células epiteliales se desdiferencian hacia células mesenquimales. Eso conlleva la adquisición de mayor movilidad y de mayor capacidad de migración e invasión. Estos rasgos son muy importantes durantes el desarrollo embrionario y son claves para garantizar una correcta regeneración. Sin embargo, el desequilibrio producido por la inflamación crónica también afecta a la regulación de la EMT. El resultado es la adquisición de una mayor capacidad invasiva por parte de las células tumorales. Eso supone, una dramática reducción en la expresión de E-cadherin y un aumento de los factores que inhiben la expresión de E-cadherin, como son Twist y Snail. Además, se produce una ruptura de las uniones célula-célula y pérdida de la polaridad en las células epiteliales. Este proceso es muy útil durante la regeneración de lesiones celulares pero en células tumorales implica un mayor riesgo de metástasis. Por otro lado, las células que han llevado a cabo una transición epitelio-mesénquima son también más resistentes a la apoptosis (muerte celular), adquieren ciertas propiedades parecidas a las células madre y, también, un aumento de la resistencia a los fármacos durante la quimioterapia. Para más información, recomiendo leer las revisiones de JP Thiery en el tema de EMT.

Los artículos que se publican investigando la relación entre EMT y cáncer han ido claramente en aumento en los últimos cinco años. Aunque queda mucho por hacer y trabajar es un buen ejemplo de encuentro entre disciplinas básicas de la biología como son el estudio del desarrollo embrionario y las más aplicadas, como la prevención y terapia de los procesos tumorales. A menudo tendemos a encasillarnos en nuestro propio trabajo. La especialización y el increíble aumento del conocimiento nos lleva a ello. Pero aún así es necesario mantener la mente abierta. Si entendemos que en el caso de EMT, lo que está sucediendo es el uso de un mecanismo embrionario, de un mecanismo de regeneración de heridas, entenderemos mucho mejor las implicaciones de este proceso en el tumor. Y en ese sentido, toda investigación básica dirigida a entender la activación de la EMT durante el desarrollo embrionario y durante la regeneración puede aportar datos muy relevantes para entender el crecimiento del tumor y para dirigir mejor la terapia.

A finales de febrero tuve la oportunidad de asistir la conferencia especial organizada por la AACR (Asociación Americana para la Investigación del Cáncer) sobre “EMT, Progresión del Cáncer y Tratamiento”. A ella asistieron, entre otros, Robert Weinsberg y JP Thiery. Fue una buena muestra de la conexión necesaria entre biología básica y aplicada y también del interés que está despertando la EMT en el diseño de nuevos agentes terapéuticos.

Por ello, es muy importante que estas líneas de investigación se mantengan abiertas. Estamos en momentos duros para la ciencia. Nunca ha sido fácil pero ahora no es buen momento. Las inversiones se han reducido y hay que agudizar el ingenio para conseguir financiación. Sin embargo, es crucial que estos proyectos no se paren. Es una investigación lenta pero que, sin duda alguna, dará sus frutos. Por eso, nos tenemos que obligar a ser mejores, más consciente de nuestros recursos y hacer todo lo posible para optimizar nuestro trabajo.

Autor: Jordi Tauler

Fuente: madri+d