El adjetivo pequeño resulta aplicable hasta para los científicos que se dedican a la investigación de las enfermedades del crecimiento (los pocos fondos determinan la escasez de los grupos de investigación). Cualquier terapia para su erradicación pasa por conocer cómo se forman los huesos y frenar el anómalo desarrollo de un tipo de moléculas.
Nuestro tamaño está determinado por la evolución que un gen que controla el crecimiento de los huesos (el FGFR3). Una mutación que altere su desarrollo producirá malformaciones. El tratamiento estas enfermedades pasa por comprender en detalle todos los aspectos moleculares que rigen su funcionamiento.
De momento, las posibles terapias, la mayoría en fase de investigación, surgen como consecuencia de los avances realizados en animales de experimentación. Son producto de modificaciones genéticas realizadas en ratones: se altera un gen del roedor y el ratoncito que nace es enano.
A partir de ese momento, se razona de manera inversa y se piensa qué sucedería si ese gen o esa proteína se activase (o se eliminara) en un modelo en el que el animal fuese enano.
El denominador común de todas las líneas de investigación ha sido frenar la sobreactivación en el receptor de FGFR3 debido a mutaciones. Si la hiperactividad de este receptor se ralentiza o evita, el crecimiento del hueso será el adecuado y, por consiguiente, el individuo crecerá con normalidad.
Alterar este ciclo que provoca el enanismo es el objetivo de Prochon Biotech, que ha dado lugar al desarrollo de un anticuerpo que impide el funcionamiento anómalo de este receptor. El nombre comercial de este anticuerpo es ProMabinTM. De momento, sólo se sabe que es eficaz en los estudios in vitro.
Otra línea de investigación para lograr el adecuado funcionamiento de estas células pasa por el estudio de los nucleótidos (la unidad de los ácidos nucleicos). Aunque todavía no se han realizado experimentos con animales, existen resultados muy prometedores en los experimentos in vitro.
Uno de los compuestos ensayados, conocido como Ap4A, es capaz de conseguir alargar la vida de un condrocito acondroplásico y, por lo tanto, hacer que se parezca más a uno sano. Otro abordaje ha sido el empleo de moléculas con la estructura de la vitamina B, el piridoxal fosfato. Dos moléculas, denominadas PPADS y PPNDS, evitan que el receptor FGFR3 se una al el FGF (factor de crecimiento de los fibroblastos) y si no hay unión en las células enfermas, no hay efecto negativo sobre el crecimiento.
También se investiga en la SNAIL, una proteína que aparece por un mal funcionamiento del FGFR3. Toda terapia basada en la disminución controlada de esta proteína puede facilitar que el hueso crezca con normalidad.
Por último, otros estudios tienen como referente a los péptidos (un tipo de moléculas similares a las proteínas, pero más pequeñas) y sus efectos sobre el restablecimiento de las funciones normales en el crecimiento de los huesos. En concreto, uno, el PTHrP, que actúa en el desarrollo del cartílago, ha resultado eficaz para retrasar la formación del hueso y, por lo tanto, dar más tiempo a los condrocitos para su normal funcionamiento.
El camino del desarrollo de estos compuestos, en el mejor de los casos, se podría realizar en voluntarios humanos en poco más de tres años. Hasta entonces, habrá que seguir defendiendo aquello de que “small is beautiful” (lo pequeño es bello) para defenderse de la discriminación que sufren aquellos que son vistos solo a través de su físico.
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Fuente: Blog Genética y Sociedad
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